Durante las horas negras de la madrugada me quedo en la plaza. Hace rato ya empezaron a cerrarse los negocios. Los restaurantes y otros espacios públicos quedaron vacíos. Quizás apenas algún bar humeante aún contenga dentro el aliento de un par de tipos como yo, que no tienen razón para volver a casa.
Hace unas semanas comencé
a no volver. No tengo ganas de verte. El trabajo me está comiendo el hígado y
vos los riñones. Me aburro, me ahogo, me duelen los ojos de nada más mirarte.
Así que adopté esta plaza,
y creo que ella a mí; así que esta plaza son “las horas extras” que vos sabés.
A veces hace un frío
estúpido y malhumorado, y acá la inseguridad es la reina de corazones.
Pero también es la época
migratoria.
Y en todo caso las palomas
son un remedio aéreo.
Un antídoto liviano.
Texto: Matías Noya
Fotografía: Carolina Mora
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